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1936: El año en el que España entró en shock


Blanca Portillo junto a parte del elenco de 1936. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero
Blanca Portillo junto a parte del elenco de 1936. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero

1936 fue un año que marcó significativamente a toda la población española, un año en el

que empezó uno de los capítulos más negros de la historia de España. De esto se vuelve a

hablar ahora en el Centro Dramático Nacional. Una obra dirigida por el gran Andrés lima,

con dramaturgia de Andrés Boronat, Juan Mayorga, Juan Cavestany y el propio Lima. Es la tercera obra que completa el tríptico de los Shocks, el primero, excelente, sobre la dictadura de Pinochet, el segundo, más flojo sobre el neoliberalismo, y este tercero sobre la

historia de nuestro país, la Guerra Civil.


La obra comienza con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y nos hace un repaso sobre

estos tres traumáticos años que siguieron a aquel día, que desembocaron en una dictadura

fascista de casi 40 años, que aún siguen teniendo influencia sobre la sociedad española de

hoy en día. El texto nos hace reflexionar el porqué de esta cuestión, pues hay varias razones.

la primera es que la guerra no duró solo tres años, sino que el sufrimiento, la represión, la

censura y los asesinatos se extendieron en el tiempo hasta la muerte de Franco para "limpiar España de la escoria". Por consiguiente, no hubo ninguna reconciliación

entre vencedores y vencidos.


El texto es denso y extenso, con una duración de cuatro horas y media, con dos

descansos de diez minutos, a la hora de ser representada. A pesar de esto, no hay que temer puesto que no es una obra que se haga pesada. Un factor importante a destacar es la capacidad de síntesis que han tenido los cuatro dramaturgos para resumir tres años en cuatro horas. Este tipo de teatro documental tan bien hecho sólo lo hemos visto de la mano de Andrés Lima, este gran director afirma que el teatro debe estar ligado a la realidad que nos rodea, y no puede estar más en lo cierto. El teatro debe hacer reflexionar sobre los problemas actuales, el teatro debe ser reivindicativo, debe tomar parte de la política actual, debe ser un grito contra las injusticias y a favor de la libertad.


Antonio Durán "Morris" como Obispo. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero
Antonio Durán "Morris" como Obispo. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero

Esta obra es una apuesta segura, pues yendo a ver una obra en la que participan el tándem

de Juan Mayorga como dramaturgo y Andrés Lima como director, no es muy difícil saber que su propuesta como poco va a estar bien. Y así ha pasado esta vez. No decepciona, es una obra casi redonda, que llega a emocionar en varios momentos, sobre todo en ese final en el que exponen un tema muy actual, la búsqueda de los cuerpos perdidos que se tiraron en cunetas como si fueran animales. Hay quien se aventura a decir que esto que se está

haciendo ahora, desenterrar fosas comunes, a petición de los familiares de los asesinados, es destapar heridas, pero nada va más lejos de la realidad. Me gustaría hacerles una pregunta a ustedes los lectores, ¿si supieran que su abuelo o su bisabuelo está muerto, pudriéndose en una cuneta con otros tantos cuerpos apelotonados, podrían dormir tranquilos? La respuesta que nos dan todos los familiares de las víctimas es la misma, no se puede reabrir una yaga cuando esta misma nunca llegó a cerrarse.


En conclusión, es un texto muy redondo por el que pasan personajes como Queipo de

Llano, Francisco Franco, La Pasionaria, pasando por Azaña o George Orwell, entre otros y que invita a la reflexión y da una visión sobre las tablas de este pasado reciente tan oscuro de nuestra historia.

De izquierda a derecha Blanca Portillo, Paco Ochoa, Guillermo Toledo, Antonio Durán y Juan Vinuesa. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero
De izquierda a derecha Blanca Portillo, Paco Ochoa, Guillermo Toledo, Antonio Durán y Juan Vinuesa. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero

Por otra parte, la escenografía, diseñada por Beatriz San Juan es bastante acertada, hay

momentos en los que logra crear un espacio opresivo, donde el miedo se apodera de la

sala y parece que el público y los actores estén en un sótano refugiándose de las

bombas. De esto también tiene buena culpa el diseñador de iluminación Pedro Yagüe.

La iluminación es parte de la escenografía, tan importante como esta, y estos dos

profesionales logran un resultado sobresaliente.


María Morales como Clara Campoamor. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero
María Morales como Clara Campoamor. Fotografía: Bárbara Sánchez Palomero

En cuanto a la representación de los actores, puedo afirmar que los ocho están muy bien

en sus papeles, completado con la intervención de la asociación de coros juveniles de

Madrid, que con varios números musicales logran romper la densidad de la obra para

que no llegue a hacerse pesada y mantengamos la los ocho actores que componen el elenco hay tres que destacan sobre los demás, la primera es Natalia Hernández, encarnando todos sus personajes de una manera sublime, cambiando de registro para cada uno de ellos consigue que te creas que los interpreta una persona diferente. Lo mismo pasa con Paco Ochoa y Blanca Portillo. Completan el reparto Alba flores, Guillermo Toledo, María Morales, Antonio Durán y Juan Vinuesa. Las representaciones de estos cinco tampoco se quedan atrás de la de sus compañeros, siendo menos significativas pero muy buenas igualmente. Con esta obra Andrés Lima logra lo que él ha catalogado como el mayor reto de toda su carrera, llevar a escena la Guerra Civil Española, lo hace de manera sobresaliente, una obra que nos conecta con nuestra historia levantando puentes con la actualidad más inmediata.


Es una obra que recomendaría ver a cualquier persona, le interese o no, debería ser

obligatorio estar informado sobre la historia del país en el que vives.

Estará hasta el 26 de enero en el Centro Dramático Nacional, aunque volverá a su

programación la temporada que viene, hasta entonces estará de gira por las diferentes

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