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El horror franquista en el Convento de San Pascual

El oscuro legado del Convento de San Pascual: de cuartel republicano a campo de concentración franquista y prisión especial de mujeres

Fotografía propia (Juan Mori)
Fotografía propia (Juan Mori)

La Guerra Civil en Aranjuez

El golpe de estado de julio de 1936 hizo que la tensión y polarización que reinaba en España en aquellos años erupcionase abruptamente. Aranjuez no se quedaría para nada atrás, ejemplificando el bando que gran parte del ejército eligió en ese día 18 de julio y la resistencia de quienes se oponían al golpe. La ciudad, que según el Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid contaba con unos 15.000 habitantes, albergaba dos edificios militares: un cuartel de la Guardia Civil y otro de autoametralladoras. Ambos cuarteles apoyaron el golpe, sin embargo, no pudieron ni siquiera salir a la calle debido a la resistencia de la clase obrera y campesina de la época, muy organizada por la importante industrialización que vivió Aranjuez durante aquellas décadas. Sindicatos como UGT o CNT y partidos políticos como el PSOE, la Izquierda Republicana y el Partido Comunista consiguieron obtener un gran apoyo en aquellos años, lo que pudo frenar al bando golpista en aquellos primeros momentos del conflicto. Gracias a esta resistencia y al fracaso del golpe en Madrid, los cuarteles comenzaron a cooperar con el Ayuntamiento pese a sus verdaderas aspiraciones. 


Durante los primeros meses del conflicto se formaron las primeras milicias republicanas, las cuales se fueron a otras zonas, como a la sierra o a Talavera de la Reina, ante la notable distancia entre Aranjuez y el frente. No obstante, esta situación cambia cuando cae Toledo; el frente se establece en la frontera entre Toledo y la Comunidad de Madrid (en Seseña, la cuesta de la Reina…). Bastantes tropas que habían sido derrotadas en Toledo se trasladaron a Aranjuez junto a otros soldados que se establecieron en la ciudad para reforzar su defensa. Este nuevo escenario se mantuvo hasta la famosa Batalla del Jarama en febrero de 1937, cuando se estableció por completo el nuevo frente que duraría hasta el final de la Guerra Civil, acumulando varias batallas sin resultados trascendentales. 


El Convento de San Pascual: de cuartel republicano a campo de concentración franquista

La caída de Toledo agudizó la tensión en la ciudad: las milicias y brigadas republicanas comenzaron a ocupar edificios religiosos para convertirlos en cuarteles militares. Uno de ellos fue el Convento de San Pascual, fundado por Carlos III y que ha sido habitado por las hermanas concepcionistas franciscanas, las cuales habían abandonado el edificio al comienzo de la guerra. Este edificio sería ocupado por tropas del bando republicano hasta el final del conflicto, especialmente notable la brigada 45 por su larga estancia en el complejo. Los soldados, que llegaron a ser 2000 en San Pascual, ocupaban también el espacio contiguo para así poder hacer maniobras y ejercicios; se debe tener en cuenta la poca experiencia militar que caracterizó a gran parte del ejército republicano, cuyos miembros sólo contaban con la experiencia del Servicio Militar Obligatorio.


Además, otros edificios fueron ocupados por los republicanos, como el Hospital de San Carlos, que se encuentra justo enfrente del convento. Este estaba dirigido por una congregación religiosa antes del comienzo del conflicto, ya que, tras el golpe de estado, quedó en manos de personal voluntario de enfermería perteneciente a las Juventudes Socialistas Unificadas. El centro principalmente funcionó como un hospital “de sangre” financiado por el Socorro Rojo Internacional. 


El 27 de marzo de 1939, tan sólo cinco días antes de la rendición total del bando republicano, tropas italianas entraron en Aranjuez para así hacerse finalmente con su control. El ejército sublevado pronto se dio cuenta de la gran cantidad de prisioneros que estaban haciendo, la mayoría miembros de asociaciones obreras y fuerzas militares, por lo que la primera prisión que establecieron, localizada en la Casa de Almirantes, se les quedó pequeña enseguida. De ahí que el Convento de San Pascual se convirtió en un campo de concentración franquista donde presos políticos comenzaron a ser encerrados y hacinados. Era tal la cantidad de reclusos, que se planteó la apertura de un segundo campo en el Palacio del Deleite, lo que se descartó por sus grandes ventanales, que dificultaban la seguridad, a diferencia del Convento, que contaba con barrotes en las ventanas y una estructura idónea por su naturaleza religiosa y de clausura.


Las condiciones de vida en el campo eran totalmente deficientes; la falta de medios sanitarios y de higiene facilitaba la propagación de infecciones y enfermedades contagiosas y la estructura cedía debido a la erosión provocada por los excrementos de los propios presos. Los reclusos apenas tenían espacio para dormir en aquellas precarias habitaciones, las cuales, en ocasiones, no eran más que espacios habilitados sin acondicionar. Resulta muy difícil establecer cuántos presos pasaron por el Convento de San Pascual por la falta de fuentes oficiales, pero sí que existen testimonios y pruebas que certifican la sobreocupación del edificio. 


La prisión del Convento de San Pascual no fue ninguna excepción en lo relativo a los fusilamientos y a los paseos al amanecer, en los cuales se fusilaban presos en el cementerio de Aranjuez, dónde hay dos fosas comunes, una civil y otra religiosa. La identificación de las víctimas sigue siendo algo difuso, como nos cuenta la Asociación Casa Negra. Aquellas listas eran tomadas a mano, por lo que se cometían errores al transcribir los nombres de los fusilados. Esta tarea sigue suponiendo un arduo trabajo para la mencionada Asociación Casa Negra o para la Asociación para la Conservación de la Memoria de los Fusilados y Fusiladas y Represaliados en Aranjuez tras la Guerra Civil.


Por otro lado, estos presos comenzaron a ser utilizados como mano de obra esclava siguiendo con la estrategia que el franquismo siguió durante la posguerra: los prisioneros comenzaron a trabajar en la reconstrucción de Aranjuez, así como en industrias como la antigua azucarera, la fábrica de INDRA o la cementera. Además, muchos hombres comenzaron a ser desplazados a otros lugares para poder realizar distintas tareas, como sucedió con la construcción de la Academia Militar de Toledo. Debido a estos traslados, el campo se va aliviando poco a poco de presos hasta la última expedición, con lo que queda vacío de republicanos en 1943.


Los rostros perdidos

Uno de los episodios más especiales que tuvo lugar en el campo de concentración de San Pascual, y que merece ser recordado, tiene que ver con la representación de la Última Cena de Jesús expuesta en el convento, aunque no es accesible para el público debido al voto de clausura que guarda la congregación religiosa que lo habita.

Representación de “La Última Cena de Jesús” por Juan López. Convento de San Pascual.
Representación de “La Última Cena de Jesús” por Juan López. Convento de San Pascual.

Al finalizar la guerra el 1 de abril de 1939, las monjas que solían habitar el convento vuelven a Aranjuez y comienzan a convivir con los presos republicanos del campo de concentración. El edificio estaba gravemente deteriorado debido a los daños estructurales en muros, cubiertas y ventanas causados por la guerra. Su función como cuartel republicano lo convirtió en un objetivo militar durante meses. Muchos de aquellos hombres reconstruyeron parte de la estructura del edificio, pero otros se encargaron de pintar la iglesia. Entre estos últimos, se encontraba Juan López, el protagonista de esta historia. 


Pedro López, hijo de Juan, contó la historia de su padre en el programa de la Cadena Ser Hoy por Hoy, un testimonio que está recogido en el libro del programa "Los Años Difíciles”. Juan López era de Utrera, además de pintor y decorador de carruajes, como su tarjeta profesional señalaba. Emigró a Madrid junto a su esposa y sus dos hijas a principios de los años 30, donde les sorprendió el estallido de la guerra. Tal y cómo su hijo explica, se fueron primero a Cataluña, donde fueron acogidos en la Masía de Figueres, para más tarde tener que exiliarse a Francia atravesando los Pirineos a pie. Pedro habla de su sospecha de que aquellos años en el país vecino estuvieron llenos de miserias, pero el silencio de sus padres al respecto limita su información. También relata cómo su padre fue apresado: “Muchos de ellos se quedaron en Francia, otros se fueron a América, y los más inocentes cayeron en la trampa de la amnistía general que Franco ofreció. Y regresaron a la patria. A medida que iban llegando, los iban juzgando. A mi padre, por haber sido carabinero republicano, lo encarcelaron. Primero en Ocaña y luego en Aranjuez, mientras a mi madre y a mis dos hermanas las metían en un tren y las mandaban a Utrera.” (Gabilondo & Elordi, 2002). Cuando las monjas se enteraron de las capacidades del padre le encargaron la representación del famoso pasaje. 


No obstante, el verdadero giro a esta historia comienza justo después del testimonio de Pedro López en Hoy por Hoy, cuando la redacción de la Cadena Ser recibe la llamada de una mujer. María del Carmen Ramos, emocionada, cuenta cómo el rostro de uno de los apóstoles de la pintura es el de su padre, Zurbano, quién también estuvo preso en San Pascual. Se cree que varios de los rostros del cuadro pertenecen a compañeros de López en el campo de concentración; sin embargo, identificarlos resulta imposible debido a la falta de documentos y fotografías, tal como afirma Pepe Martín.


La fuga “exitosa”

Otro capítulo curioso que sucedió durante esta etapa fue el único intento de fuga que tuvo éxito conocido. Un preso militante de la CNT y perteneciente a la brigada 77, en la cual se concentraban principalmente anarcosindicalistas andaluces y madrileños. La Asociación La Casa Negra pudo hablar con su nieto, quién relató cómo su abuelo se comió el yeso de la pared para así enfermar y ser trasladado al hospital. Una vez en el centro sanitario, se sabe que consiguió fugarse por un informe militar de la época, aunque el método exacto de fuga es desconocido. Sin embargo, al poco tiempo volvió a ser apresado. 


Prisión especial de mujeres

El Convento de San Pascual no sólo fue un campo de concentración, sino que más tarde se convertiría en una “prisión especial de mujeres”. Según aseguró Matías Viatti en un acto organizado por La Casa Negra hace unos años, la ocupación de dicho centro llegó a ser de 500 mujeres y unos 20 niños. Además, existen varios testimonios concordantes sobre posibles robos de niños, aunque sigue siendo un tema sin estudiar en profundidad, por lo que sigue sin estar documentado.


La importancia de la memoria histórica

Este reportaje no hubiera sido posible sin el apoyo documental de la Asociación Cultural La Casa Negra, la cual trabaja para la preservación de la memoria histórica de Aranjuez. Una labor que las instituciones oficiales ribereñas abandonaron hace una década, muestra del desinterés en curar ciertas heridas que siguen doliendo a los vecinos de la localidad. Recordamos las palabras de Yosef Yerushalmi: ¿Es posible que el antónimo de “olvidar” no sea “recordar”, sino “justicia”?


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